martes, 8 de febrero de 2011

La memoria del agua

“Si los gobernantes realizaran el trabajo domestico, no privatizarían los servicios públicos”.

Esta fue  una de las consignas de la primera marcha realizada en el año 1996 por  las mujeres populares en Medellín hasta el Concejo Municipal,  para  impedir  la privatización de los servicios públicos y el agua.  A partir de esta movilización la  Red de mujeres Populares  desarrolla un trabajo para que los servicios públicos domiciliarios y el agua se garanticen como derechos fundamentales.
 
Los caminos que recorrí en la infancia cargando agua, antes fueron andados por el cacique Bitagüí. El barrio se llama El Pe­dregal, pues allí cayeron varios meteoritos que se convirtieron en lugares para el juego y el descan­so de los niños y niñas. Era cus­todiado por el pico el Manzanillo, a cuyos pies corrían dos quebra­das. Todos los días en las tardes, después de las comidas y la no­vela radial, los vecinos nos íba­mos hasta allí por el agua. Mien­tras las mujeres lavaban la ropa en las bateas se contaban todos los acontecimientos barriales. Los más pequeños aprovechábamos para bañarnos y jugar con el agua.

La abuela hizo un pequeño pozo donde re­cogía aguas lluvias. Los hombres abrieron uno más grande, en el que tirábamos una olla atada a una cuerda; así sacamos el agua para cocer los alimentos y limpiar. Beber esta agua, que no era suficientemente limpia, origi­naba enfermedades en niños y adultos, mu­chos morían a causa de la gastroenteritis.

Ante los problemas para que el agua llegara hasta las casas, hombres y mujeres pensaron en cons­truir un gran tanque para almacenar la que corría desde la montaña y extendieron tubos de hierro para transportar el líquido vital. Esperamos ansio­samente que terminaran los trabajos hasta que lle­gó el día de abrir la canilla: el milagro del agua se hizo. Se organizó una junta que recogía los fondos para hacer mejoras al acueducto y para pagarle al fontanero que cerraba y abría las canillas, lo que se convirtió para él en un pequeño poder, pues de­terminaba cuál sector merecía el agua y cuál no.

La comunidad creció, y entonces entró Empresas Públicas a construir un acueducto más eficiente y con agua potable. Hoy, en esta comunidad, pagan dos aguas, la del viejo acueducto que esta casi agotada por la falta de organización de la comuni­dad y la de Epm, de la que muchas familias están desconectadas porque no pueden pagar o por­que sus viviendas están en zonas de alto riesgo.

La memoria histórica nos recuerda que el agua no siempre ha venido de la canilla. Las personas que vivimos en barrios asaltados por el desarrollo, he­mos sido despojados del agua, de esos paisajes que nos proporcionaban alegrías, que alentaban el amor por la naturaleza y alimentaban la solidaridad vecinal. Mujeres y hombres fuimos gestores del buen vivir para nuestras comunidades, cimenta­mos todo lo que hoy queda del vivir en colectividad.

Heredé de la abuela y mi madre el sen­tido por el cuidado de la vida, la impor­tancia de los lazos familiares y vecinales.

Ellas me ayudaron a confirmar que históricamen­te, y debido a los roles aprendidos para el cui­dado de la vida (lo cual debería ser aprendido también por los hombres), las mujeres somos gestoras de condiciones para un buen vivir, de­bido a nuestra relación particular con los elementos de la naturaleza: la tierra, el agua, las semillas, el fuego.

Hoy más que nunca las comuni­dades necesitamos volver nues­tra memoria a esos orígenes, a los tiempos del convite, la solidaridad, la protección, pues estamos siendo asaltados por un modelo económico donde todo se compra y se vende, donde los bienes de la naturaleza son mercancías que disfrutan solo quienes pueden pagar. Requerimos despertar del sueño irracional en que nos ha sumido el consumismo.

Reafirmo el papel que tenemos las mujeres rurales y urbanas en desper­tar la conciencia para que el agua sea conservada, para exigir a los gobernantes que no negocien con el agua, para impedir que la ven­dan a los que hacen las represas, extraen los mi­nerales y producen ganadería sin control, porque el agua es la base de la vida, pertenece a todos los seres de la tierra, no es propiedad privada, es un recurso común, y el sustento de todos y todas.

El agua tiene que ser derecho fundamental, debe ser conservada y protegida. Es nues­tro deber evitar su escasez y contaminación y preservarla para las futuras generaciones.

Gloria Lucía Sánchez Betancur

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